viernes, 25 de enero de 2008

COLUMNAS DEL 2008

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COLUMNAS DE
ENERO Y FEBRERO 2008

Ruben Darío, el niño poeta. Febrero 23
Álvaro Salom Becerra, entre la verdad y la broma. Febrero 16
Rogelio Echavarría, poeta, antólogo y periodista. Febrero 9
Lucila González de Chaves. Una vida para el idioma. Febrero 2.
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Alfonsina Storni, Entre el mar y la vida. Enero 26
Tomás Carrasquilla, a 150 años de su natalicio. Enero 19
Héctor Abad Gómez, Emblema de la raza. Enero 12
Cavafis, Poeta Alejandrino. Enero 5
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LETRAS AL SOL
Rubén Darío el poeta niño


De tarde en tarde vuelve a mi memoria y a mi corazón, la hermosa figura de mi primera maestra de escuela cuando, en mañanas de gozo, nos leía los poemas de Rubén Darío.
Iván de J. Guzmán López , http://idejeguz.blogspot.com , iguzman2007@une.net.co

EL MUNDO, La movida, Medellín, Febrero 24, 2008 ver detalle
http://www.elmundo.com/sitioweb/noticia_detalle.php?idcuerpo=2&dscuerpo=La%20Metro&idseccion=18&dsseccion=La%20Movida&idnoticia=77542&dsnoticia=Rubén%20Darío%20el%20poeta%20niño&imagen=&vl=1&r=la_movida.php

Luego de mostrarnos una carátula azul en cuyo fondo aparecía dibujado un gran cisne y que respondía perfectamente a la definición estética de modernismo, rompía a leer, con un acento especial, el poema A Margarita Debayle:

Margarita, está linda la mar, / y el viento / lleva esencia sutil de azahar; /
yo siento / en el alma una alondra cantar: / tu acento. / Margarita, te voy a contar / un cuento.

Éste era un rey que tenía / un palacio de diamantes, / una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes, / un kiosko de malaquita, / un gran manto de tisú, / y una gentil princesita, / tan bonita, / Margarita, / tan bonita como tú.

Una tarde la princesa / vio una estrella aparecer; / la princesa era traviesa / y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla / decorar un prendedor, / con un verso y una perla, / y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas / se parecen mucho a ti: / cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así. (...).

Sintiendo tal vez que la juventud se le escapaba, como solemos pensar tempranamente, continuaba con igual emoción, recitando Canción de Otoño en Primavera:

Juventud, divino tesoro, / ¡ya te vas para no volver! / Cuando quiero llorar, no lloro... / y a veces lloro sin querer... / Plural ha sido la celeste / historia de mi corazón. / Era una dulce niña, en este / mundo de duelo y de aflicción.
Miraba como el alba pura; / sonreía como una flor. / Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor. (...).

Tiempo después, ya picado el espíritu por el bicho literario, volvimos con emoción al gran poeta de Nicaragua, caudal de lirismo por el cual llegamos a Víctor Hugo, Juan Valera, José Martí, Leopoldo Lugones, Pablo Neruda, Amado Nervo, José Asunción Silva, entre otras figura de la literatura mundial de ogaño.

Rubén Darío, cuyo nombre de pila responde a Félix Rubén García Sarrmiento, nació el 18 de enero de 1867, en Metapa (hoy llamada ciudad Darío), Nicaragua. Sus padres, Manuel García y Rosa Sarmiento Alemán, se separaron cuando él todavía era muy pequeño, quedando al cuidado de la abuela que lo educó, cuidó y presentó en Managua, siendo todavía adolescente, como un artista prodigio. El poeta niño, como se le llamaba entonces, leía a los bardos franceses, a la vez que era invitado a recitar poesía en los círculos culturales de la ciudad. A la edad de doce años publicó sus primeros poemas: La fe, Una lágrima y El desengaño.

A propósito de su temprana vocación por la poesía y la lectura de los franceses, cuenta la anécdota que en 1882, cuando Darío contaba solamente quince años, fue recibido por el Presidente de entonces, Joaquín Zavala, y luego de leerle un poema -que más era una diatriba contra la patria y la religión-, le preguntó si él pudiera ir a Europa. Sereno, el presidente respondió: “hijo mío, si así escribes ahora contra la religión de tus padres y de tu patria, ¿qué será si te vas a Europa a aprender cosas peores?».

En 1886 viajó a Santiago de Chile. Allí publicó Abrojos, (1887) y Canto épico a las glorias de Chile, (1887); sus primeros poemas son una mezcla de tradicionalismo y romanticismo, al estilo del poeta español Gustavo Adolfo Bécquer y con una clara temática social. Allí publicó su gran primer libro, Azul. El azul era para él, ya como buen Modernista, “el color del ensueño, el color del arte, el color helénico y homérico, un color oceánico”. En un primer momento la publicación no tuvo mayor eco, salvo una pequeña reseña en la prensa chilena pero, en octubre de 1888, la opinión del respetado novelista Español, Juan Valera, vertida en el periódico El Imparcial, de Madrid, cambió el rumbo del libro. Dijo Valera:

“... Y usted no imita a ninguno: ni es usted romántico, ni naturalista, ni neurótico, ni decadente, ni simbólico, ni parnasiano. Usted lo ha revuelto todo: lo ha puesto a cocer en el alambique de su cerebro, y ha sacado de ello una rara quinta esencia”.

Los elogios de Valera, difundidos en Hispanoamérica, supuso el éxito de la obra y pronto se agotó la edición. Otros poemarios suyos, son: Prosas profanas (1896 y 1901), Cantos de vida y esperanza (1905), El canto errante (1907), Canto a Argentina y otros poemas (1914).

En 1892 viajó a España en representación del Gobierno nicaragüense y luego a Estados Unidos y Francia. Vivió una temporada en Buenos Aires trabajando para el diario La Nación, lo que le dio una reputación internacional. En 1898 regresó a España como corresponsal del mismo diario. En 1907, convertido en un gran poeta de éxito en Europa y América, fue nombrado representante diplomático de Nicaragua en Madrid.

Rubén Darío, El Príncipe de las Letras Castellanas, el Padre del Modernismo, murió el 6 de febrero de 1916, con escasos 49 años, convertido en el centro gravitación del modernismo hispanoamericano.
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Fuentes de las imágenes para esta versión digital: http://www.vianica.com/special/feb_06/f1.jpg
http://www.vianica.com/special/feb_06/f4.jpg
http://www.vianica.com/go/specials/10-ruben-dario.html
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LETRAS AL SOL
Álvaro Salom Becerra, entre la verdad y la broma
Iván de J. Guzmán López* , iguzman2007@une.net.co
EL MUNDO, La Movida. Medellín, Febrero 16, 2008 ver detalle
http://www.elmundo.com/sitioweb/noticia_detalle.php?idcuerpo=2&dscuerpo=La%20Metro&idseccion=18&dsseccion=La%20Movida&idnoticia=76909&dsnoticia=Álvaro%20Salom%20Becerra,%20entre%20la%20verdad%20y%20la%20broma&imagen=&vl=1&r=la_movida.php





La sabiduría popular -que no se consigue en la botica Junín, ni la enseñan en ninguna Facultad, como decía mi abuelo- reza así sobre el humor: “el humor es una cosa bien seria”, “entre charla y broma la verdad se asoma”.

Estos aforismos, por citar solamente dos, están plenamente demostrados con la obra y la vida del escritor bogotano Álvaro Salom Becerra. Sus incontables lectores pueden dar fe de ello, al igual que las personas que tuvieron la suerte de conocerlo; algunas de las cuales lo describen como un gran contertulio, dueño de una conversación inteligente, llena de gracejo y bastante picante.

En mi ya lejana época de juventud, los libros de Salom Becerra fueron mi compañía, en franca competencia con el fútbol, la barra de amigos y los paseos. Para entonces eran la mejor golosina y la fuente expedita para conocer asuntos históricos, sociales y políticos de Bogotá entre los años 1917 y 1979 que, de otra forma, por esas calendas, habría sido imposible. Algunas triquiñuelas políticas, leídas por entonces en forma desprevenida e incrédula, las pude comprobar años más tarde ¡cómo no!

Y mientras afuera el sol occiduo de Occidente doraba las tejas y sofocaba las calles de Liborina , adentro, en mi cuarto, mis ojos avanzaban con avidez en la lectura de Don Simeón Torrente ha dejado de ...deber. Tardes enteras pasé en mi cuarto, leyendo y riendo (¡socorro, dos gerundios juntos!) con las desventuras del pobre Simeón Torrente, víctima de la pobreza desde antes de la cuna y en trance de locura permanente desde que el amor se le apareció en un balcón santafereño con cara de púber. Hijo de la “eternamente sufrida clase media”, solamente dejó de …deber cuando recibió la visita de la “amiga muerte”, no sin antes lograr resolver de forma ingeniosa el problema que significaba el costo de su entierro, donando su menguado cuerpo y sus órganos (todos en muy regular estado, por cierto), debidamente inventariados a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia.

Mi madre, excelente lectora y bien enterada de aquel suceso de Don Quijote, donde el ilustre manchego pierde la razón “de tanto leer y no dormir”, escuchaba y veía con visible preocupación mis constantes carcajadas. A La tragicomedia de Don Simeón Torrente ha dejado de...deber, le siguió El Delfín (1), la historia de Julián Arzayús, hijo del todopoderoso Senador Clímaco Arzayúz y la grande (medía 1.90 mts) Catalina Seispalacios.

Julián Arzayúz, el delfín, fue puntualmente adoctrinado por su padre en su peculiar filosofía hedonista de la vida, mediante la cual esta (la vida) tiene como única finalidad la procura del placer y el logro de dos objetivos fundamentales: el dinero y el poder. Llegó a ocupar la suplencia de su progenitor en el Senado y, más tarde, titular indiscutido de la curul, merced a su poder económico y político, y apoyado en su elocuencia parlamentaria centrada en temas capitales como la patria, la espada, la bandera y la sangre. Ya a punto de alcanzar la presidencia, murió “por un arrebato del destino, dejando huérfanos a su partido y a la patria”.

Después vino Al pueblo nunca le toca, la tragicomedia diaria de Baltasar Riveros y Casiano Pardo, dos grandes amigos en la pobreza, la desgracia y “las polas”, no obstante sus radicales y antagónicas militancias: conservador, el uno; Liberal, el otro. Llegada la tarde, luego de agrias disputas, ahondadas por la ingestión abundante de cerveza (polas), se despedían con un aire de “que nunca más te vuelva a ver”. Al otro día, mediando una cita tácita, se encontraban en el mismo lugar, a la misma hora y con los mismos temas. Cuando uno de los dos no llegaba puntual, era motivo suficiente para iniciar la cadena de mutuas recriminaciones, que pronto pasaban al terreno político. Y así pasaban, inexorables, los días, las semanas y los meses para, al final de la vida, ponerse de acuerdo y reconocer que en política “unos y aceitunos, todos son unos” y repetir a dúo: Al pueblo nunca le toca.

Las novelas Un tal Bernabé Bernal (llevada exitosamente a la televisión colombiana) y Un ocaso en el cenit: Gilberto Alzate Avendaño, seguidas de comedias de humor negro como la llamada Noviazgo en 1920 y numerosos artículos de prensa en El Espectador, El Tiempo y la revista Nueva Frontera, de Bogotá, redondean su trabajo de escritor y periodista mordaz, crítico de la realidad nacional y agudo observador de la sociedad y la política del siglo pasado. Sus obras son, como habrá colegido el lector, una sátira permanente a la clase política y un continuo reconocimiento a las privaciones, anhelos y desventuras de la clase media colombiana, a partir de caracterizar humildes tipos humanos, personajes del común y teniendo cuidado de no introducir en ellas lesiones personales y mucho menos asesinatos, violaciones o masacres.

Su independencia absoluta en el orden literario, político y social hizo que su vida de escritor transcurriera en el anonimato, sin la crítica de los medios de comunicación, sin mención alguna de las academias, sin distinciones, ni homenajes, ni condecoraciones, no obstante las continuas reediciones de sus obras, algunas por encima de la decimosexta edición.

Ajeno a ditirambos, satrapías y cosas así, expresó: «Me importa una higa que se me niegue el título de novelista. Ese título no lo confieren las academias ni los críticos, sino el público. Nunca he ambicionado alcanzar esa fama literaria a la que se llega por los caminos tortuosos de la adulación y la intriga.”

El escritor, columnista, comediógrafo y diplomático Álvaro Salom Becerra, quien había nacido en Bogotá en 1922, murió en la bella capital de Colombia en 1987, hace apenas 20 años, dejando una obra breve, de estilo único y vigencia plena, sin el reconocimiento de las academias, ni de la prensa, ni del estado, pero ampliamente avalada por el público más caro al escritor: los lectores.
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*Departamento de Educación Comfama, Medellín.
(1)
http://www.monografias.com/trabajos12/mdelibr/mdelibr.shtml

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Letras al sol
Rogelio Echavarría, poeta, antólogo y periodista
Por Iván de J. Guzmán López* (1)
El Mundo, Medellín, Febrero 9, 2008 ver detalle
http://www.elmundo.com/sitioweb/noticia_detalle.php?idcuerpo=2&dscuerpo=La%20Metro&idseccion=18&dsseccion=La%20Movida&idnoticia=76336&dsnoticia=Rogelio%20Echavarría,%20poeta,%20antólogo%20y%20periodista&imagen=&vl=1&r=la_movida.php
http://www.lablaa.org/blaavirtual/revistas/credencial/diciembre2006/imagenes/r_echavarria.jpg foto.
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El poeta, periodista y antólogo Rogelio Echavarría, nacido en la hidalga ciudad de Santa Rosa de Osos el 24 de marzo de 1926, es no solo un consagrado de la poesía colombiana; es, tal vez, el más grande de los (desgraciadamente pocos, hay que decirlo) periodistas culturales de Colombia, a más que un gran antólogo, difusor de la bella poesía vernácula.


Realizó sus estudios primarios en la Escuela Urbana Porfirio Barba Jacob y los secundarios en el Instituto Pedro Justo Berrio (hoy llamado Colegio Cardenal Aníbal Muñoz Duque), en su tierra nativa y, finalmente, en el Convento de los Capuchinos de Bogotá.

Su primer libro de poesía, Edad sin tiempo, escrito entre 1941 y 1947, da cuenta de sus canciones y elegías, fruto de la soledad y la orfandad de sus primeros años. Su poesía madura, recogida fundamentalmente en el libro El Transeúnte (1964), escrito en verso libre, con algo de lirismo e ironía y permeado de una gran sonoridad, es una magnífica demostración de cómo lo cotidiano, lo callejero y lo humano, contiene una buena carga de belleza que hay que encontrar, hermosear y mostrar.

Una muestra

El Transeúnte se renueva permanentemente. La última edición, publicada dentro de la colección de Autores Antioqueños de la Gobernación de Antioquia, presenta la huella de lo que ha sido la obra del poeta santarrosano: En la primera parte se recogen versos escritos entre 1948 y 1952, marcados por la vivencia del poeta en lo cotidiano; la segunda parte presenta versos escritos entre 1974 y 1983, en los cuales nuestro vate expresa su experiencia cercana con la muerte, a propósito de la ausencia definitiva de sus seres queridos. La tercera parte recoge versos escritos entre 1972 y 1991; en ellos se hace explícita la triste problemática social de Colombia, cargada de violencia, corrupción, terrorismo y marginalidad; la cuarta parte de El Transeúnte presenta versos escritos en 1991, donde el paisano de Barba Jacob, ya maduro, emprende un viaje a su mundo interior, rico en experiencias.

El poema En la mesa de los jubilados, perteneciente a la cosecha de El Transeúnte, dice así:

En la mesa de los jubilados
—en el café siempre a sus horas—
¿de qué hablarán tanto
(cuando hablan... porque a veces
el recuerdo sustituye a la acción imposible
y a la cascada conversación),
de qué ríen, en qué porvenir meditan?
¿En la mesada que no llega o llega demasiado tarde?
¿En la muerte que les sonrió cuando eran soldados
y ahora les hace una mueca civil y sibilina?
En su mesa los pensionados
ahora sólo con un uniforme: el cabello blanco
o la calva brillante de opacos pensamientos,
la vejez y sus inevitables carencias,
la sordidez y la sordera,
la prótesis ya asimilada en el alma
y esa creciente e insaciable avaricia
que sustituye al apetito y a las ilusiones.
En la mesa de los jubilados
—unos dicen adiós y otros hasta luego—
siempre hay un sitio para alguien más,
corren sus sillas para abrir campo al que llega
con la misma estrecha asignación.
Allí está tu puesto —por supuesto—
cuando ya no tengas otro
y cuando en todas partes te digan no, gracias,
por haber cumplido demasiado.

Periodista con reconocimientos

Periodista de profesión desde 1948, llegó a ser jefe de redacción del diario El Tiempo, luego de pasar por El Pueblo y La Defensa de Medellín, El Siglo y El Espectador de Bogotá, periódicos desde los cuales realizó, por más de cuarenta años, una tarea generosa y transparente de divulgación cultural y bibliográfica mediante artículos y reseñas que benefició por igual a poetas y escritores, lo mismo que a incontables lectores, intelectuales, estudiantes y universitarios. Es Colaborador de la Revista Mito y Golpe de Dados dirigida por su colega Mario Rivero.

El ejercicio incansable de su oficio de periodista (sobre todo de periodista cultural) y su decidida voluntad para promulgar y defender la poesía, lo ha llevado a realizar una formidable labor como antologista, tarea nada fácil, contrario a la opinión de muchos necios, si se tiene en cuenta la responsabilidad, el pluralismo y la sensibilidad que ello requiere.
Entre las afortunadas antologías de poesía y periodismo, fruto de su agudo juicio, tenemos: Versos memorables (1989 y 1998), Lira de amor (1990), Los mejores versos a la madre (1992), Selecciones de sucesos: Crónicas de otras muertes y otras vidas y El asesinato de Gaitán (1993 y 1998), Mil y una notas (1995), Antología de la poesía colombiana, siglos XX (1996 y 1997), Antología de la poesía colombiana, siglos XVII a XX (1997 y 1998) y Quién es quién en la poesía colombiana (1998).

Entre sus preseas encontramos: Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento (fuera de concurso) en 1999; Premio Nacional de Poesía José Asunción Silva en el 2002; Miembro de Número de la Academia Colombiana de la Lengua; Fundador, director y editor del semanario Sucesos de Bogotá, y socio fundador del Círculo de Periodistas de Bogotá.

* Departamento de Educación Comfama .
(1) Para ver comentario del Dr. Omar Flórez a esta columna, click en: Textos sobre el autor y sus obras


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Foto, para esta versión digital de la columna, de:
http://www.lablaa.org/blaavirtual/revistas/credencial/diciembre2006/imagenes/r_echavarria.jpg
UN SIGLO DE POESÍA
Tomado de: Revista Credencial Historia. (Bogotá - Colombia). Edición 204 Diciembre de 2006
http://www.lablaa.org/blaavirtual/revistas/credencial/diciembre2006/poesia.htm
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Lucila González de Chaves
Una vida para el idioma


Iván de J. Guzmán López* Iguzman2007@une.net.co
El Mundo, La Movida, Medellín, Febrero 2, 2008 ver detalle
http://www.elmundo.com/sitioweb/noticia_detalle.php?idcuerpo=2&dscuerpo=La%20Metro&idseccion=18&dsseccion=La%20Movida&idnoticia=75631&dsnoticia=Una%20vida%20para%20el%20idioma&imagen=&vl=1&r=la_movida.php

Foto de Doña Lucila: http://www.elcolombiano.net/uploaded_pictures/254_1.jpg

Doña Lucila González de Chaves es, sin lugar a dudas, paradigma viviente de la maestra inolvidable: aquella que después de llevarnos amorosamente “de la mano” durante nuestros mejores años, desaparece con prudencia, como para ver desde la barrera el fruto de su trabajo.

“Poco sabemos de su vida después de tantos años -dice el joven poeta español José Luis Ferris, en su bello texto El elogio de la maestra-, pero a veces se produce el milagro del reencuentro al cruzar una calle, al salir del cine o al entrar en un gran almacén. Sucede que la vemos allí, frente a nosotros, convencidos de que pasará de largo, que esquivará nuestra presencia cuando estemos cerca, que jamás nos reconocerá entre la multitud; pero ella se detiene, se detiene y nos mira con ojos de adivinación, se ilumina de pronto, pronuncia nuestro nombre y nos abraza con ese viejo calor que habíamos olvidado. Caemos entonces en la cuenta de que también nosotros habitamos en ella, que el niño que dejamos de ser aún corre feliz por la galería de su alma”.

Vida entre libros

Nacida en Medellín, pero llevada a Titiribí desde muy corta edad, por una de esas jugadas definitivas del destino, vivió allí la infancia, en la tierra de su admirado poeta Jorge Montoya Toro, al cuidado de los siempre añorados abuelos y de la tía Maruja Restrepo, a la sazón maestra del pueblo. Sus estudios primarios transcurrieron en ese municipio, matizados por la tranquilidad y el recogimiento que ofrecían antaño los pueblos de Antioquia, sumado esto al cariño de los abuelos y la tutela de la maestra.

Entonces llegó la pasión por la lectura. Esa pasión que ha transformado vidas y hermoseado existencias. La niña Lucila González (¡todavía no era de Chaves!) creció devorando libros y leyendo de todo (como le sucediera a nuestro querido Maestro Carrasquilla). Y así, saliendo apenas de la adolescencia, ya había descubierto el estro arrollador de poetas como Rubén Darío, Federico García Lorca, Amado Nervo, Juan Ramón Jiménez, Leopoldo Lugones, José Asunción Silva y Rafael Pombo; conocido los estremecimientos íntimos y fieros de Barba Jacob; la epopeya narrada por José Eustasio Rivera y los pensamientos largamente elaborados de Schopenhauer, Victor Hugo o Dostoievski.

A esa altura de la vida, con 16 escasos años, la jovencita Lucila González se halla en Medellín, matriculada en el Instituto Central Femenino, cursando la carrera de Normalista con la clara vocación de maestra y el amor por la literatura acompañando sus sueños más íntimos, como sucedió con la Nobel Gabriela Mistral y la combativa y bella Alfonsina Storni. Y llegó al oficio de maestra; hermoso y duro oficio que desempeñó con amor y constancia primero en Amagá, Titiribí y Rionegro y más tarde en Medellín, específicamente en la Institución donde se educó y en la Universidad Pontificia Bolivariana.

Su magisterio, que se prolongó por más de cuarenta años, fortalecido siempre por la vocación y embellecido por las letras, fue alternado con seminarios, conferencias y cursos dictados con cariño a estudiantes, profesores, periodistas, ejecutivos y universitarios.

Por el idioma

Su estudio permanente y su afán por preservar el idioma le dieron la sabiduría y la paciencia necesarias para sostener durante mucho tiempo su reconocida y añorada columna dominical Funcionalidad del idioma. Generaciones completas de estudiantes aprendimos con su bien diseñada serie Español y Literatura, libros didácticos para la enseñanza básica y media. En Funcionalidad del idioma recogió con paciencia y cuidado las sabias orientaciones de sus columnas periodísticas; en Un momento para el idioma rescató sus frecuentes conferencias radiales, verdaderos tratados de pedagogía, del buen hablar y escribir y no pocos consejos para maestros y noveles escritores. Este aserto queda demostrado cuando asevera:

“¿Creen ustedes que el escritor nace? Esa es la creencia general, pero dicha afirmación carece de sentido y de veracidad. Se afirma que la condición de escritor está fuera de la voluntad y de la determinación de los seres humanos, y no se tiene en cuenta que la mayoría de los escritores se han formado a sí mismos. Se puede tener una vocación innata o talento natural, gran imaginación, facilidad de pensamiento, claridad de ideas, capacidad para crear y escribir; pero, todo esto no basta, puesto que se requiere un largo proceso de estudio, de perfeccionamiento y disciplina, para poder expresarse correctamente por medio de la palabra escrita”.

De su mano fecunda, su estudio permanente y su amor por el idioma salieron libros tan entrañables y útiles como el titulado Gramática y Estilística desde A hasta Z, una guía sencilla y versátil, ya que en él se ubican los conceptos en riguroso orden alfabético mediante su índice analítico de materias y referencias. Este texto, a la altura de Amado Alonso o Gonzalo Martín Vivaldi, es de consulta obligada para estudiosos del idioma, periodistas y escritores que de verdad sientan la necesidad y el gusto por el uso impecable del idioma.

Recorriendo el difícil pero delicioso camino de las letras, conocí una tarde, hace ya diez años, a doña Lucila. Compartíamos mesa de conferencistas con el poeta Hernando García Mejía. Yo estaba recorriendo el camino sembrado de palabras que ella me enseñó.

Aunque nunca la tuve como maestra en clase, al conocerla la reconocí mi maestra y esbocé una sonrisa de niño, como cuando Gabo recibió el Premio Nobel y acordándose de Rosa Fergusson, su primera maestra, pronunció su nombre y ensanchó la sonrisa como un niño feliz.

Sé que “somos un pueblo fácil para el olvido”, como dijo alguna vez mi maestro Manuel Mejía Vallejo, pero también sé que a maestras como Lucila González de Chaves no se pueden ni se deben olvidar.

* Coordinador Bienestar estudiantil, Comfama.


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LETRAS AL SOL
Alfonsina Storni, Entre el mar y la vida
Iván de J. Guzmán López* , Iguzman2007@une.net.co
Publicado en: EL MUNDO Medellín, Enero 26, 2008, La Movida (1)
(Las imágenes** no aparecen en la publicación impresa)
Era el año de 1885, cuando dos jóvenes suizos, Alfonso Storni y Paulina Martignoni, se unieron a la ola de inmigrantes europeos que por esa época llegaban a la Argentina, en busca de mejores oportunidades.



América era, por esas calendas, la tierra de promisión que haría olvidar las dificultades de la Europa de entonces. Se instalaron en la ciudad de San Juan y allí nacieron sus dos primeros hijos. En 1890 decidieron regresar a su país natal y el joven matrimonio se asentó en un pequeño y veraniego pueblo llamado Sala Capriasca, de la montañosa Suiza italiana.

Allí nació Alfonsina, la que sería la gran poetisa de América, el 29 de mayo de 1892. Cuatro años después vuelven a San Juan, hasta 1900, año en que se trasladaron a la ciudad de Rosario.

Alfonsina vivió entonces un ambiente de estrechez económica y por ello, con apenas once años, tuvo que abandonar sus estudios y ayudar a su madre que trabajaba como modista para sobrellevar las necesidades del hogar que Alfonso Storni, acosado por la inestabilidad laboral y emocional, no lograba cubrir. En 1906, al morir su padre, Alfonsina entra a trabajar como aprendiza en una fábrica de gorras. Más adelante, a los trece años, comienza a trabajar en el teatro y llega a formar parte de la compañía del actor español José Tallaví, experiencia que forjará su visión de mujer y luego de escritora, por los duros itinerarios y el conocimiento de grandes autores dramáticos.


Así, desde muy joven, adquiere conciencia de que debe trabajar duro para ganarse el pan. Sin embargo, no la abandona el deseo de estudiar y a los 17 años de edad se matricula en la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales de Coronda. Al año siguiente obtiene el título de maestra rural e inicia sus prácticas en la ciudad de Rosario.

En 1910 publica sus primeros poemas en revistas locales, pero muy pronto, cuando le faltan pocos meses para cumplir los veinte años, abandona Rosario y toma el tren rumbo a Buenos Aires: trabaja como cajera en una farmacia, en una tienda, y después en una empresa importadora de aceite de oliva. En 1916 aparece su primer libro, La inquietud del rosal; asimismo, consigue sus primeras colaboraciones literarias en Fray Mocho, Caras y Caretas, El Hogar y Mundo Argentino; también establece amistad con reconocidos intelectuales de pensamiento socialista, como Manuel Ugarte y José Ingenieros, y empieza a recitar sus poemas en bibliotecas de barrio.

En 1919 se hace cargo de una sección fija en la revista La Nota y más tarde en el periódico La Nación, desde la cual abogará por mejores condiciones sociales para la mujer: “Llegará un día en que las mujeres se atrevan a revelar su interior; este día la moral sufrirá un vuelco; las costumbres cambiarán”. Ironiza con frecuencia la actitud de las mujeres “huecas” y escribe sobre el derecho al voto femenino —que las leyes argentinas no aprobarán hasta el año 1946-. Cuestiona las pesadas tradiciones que les impide a la mayoría de mujeres a elegir un camino más allá del matrimonio. Estas ideas, en la década de los años veinte, y en Hispanoamérica, resultaban realmente innovadoras.
Alfonsina trabaja intensamente: publica poesía, dicta conferencias y se desempeña como profesora en escuelas públicas diurnas y por las noches da clases de castellano y aritmética en la Escuela de Adultos Bolívar.

A mediados de los años veinte sufre una crisis de agotamiento físico y emocional debido al exceso de trabajo. Se le recomienda descanso absoluto y así comienzan sus reposos anuales en Mar del Plata y Córdoba. No obstante, a pesar de sus crisis nerviosas y gracias a su empeño, a finales de la década de los años veinte Alfonsina ha logrado convertirse en una mujer profesional consolidada en el mundo intelectual de Buenos Aires, un mundo dominado por hombres. Por aquel tiempo asiste ya a las reuniones y comidas del grupo Anaconda, con Horacio Quiroga, Enrique Amorim, Emilio Centurión, entre otros. También participa activamente en las tertulias artísticas lideradas por Benito Quinquela Martín en el café Tortoni y en las del grupo Signo, realizadas en el hotel Castelar. En estas últimas conoce a Ramón Gómez de la Serna y a Federico García Lorca.

En su primer poemario, La inquietud del rosal, de 1916, se advierte una lejana resonancia de los poetas Rubén Darío, Amado Nervo, Campoamor, Núñez de Arce o Marquina y empieza a delinear los contornos de su ideal de mujer, que hará visible durante toda su vida, aún en contravía de su época. Ocre, publicado en 1925, a sus treinta y tres años, demuestra la ruptura con el estilo romántico-modernista y presenta una poesía más introspectiva; el sufrimiento identificado en estos versos es menos estridente y sus autorretratos son irónicos. Como telón de fondo, toma fuerza la forma en que percibe la libertad de su cuerpo.

El sábado 22 de octubre de 1938, a la una de la mañana, con 46 años a cuestas y un canto tierno y lúgubre (al mar), que decía:


“Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.

Ponme una lámpara a la cabecera;

una constelación; la que te guste;

todas son buenas; bájala un poquito...”,



tomó un tren en Buenos Aires, para entregarse por siempre a su mar, el de Mar del Plata, para no regresar.

Desde entonces se escucha por toda América un canto triste, triunfante **** :



Por la blanda arena / Que lame el mar / Su pequeña huella / No vuelve más / Un sendero solo / De pena y silencio llegó / Hasta el agua profunda / Un sendero solo / De penas mudas llegó / Hasta la espuma. / Sabe Dios qué angustia / Te acompañó / Qué dolores viejos / Calló tu voz / Para recostarte / Arrullada en el canto / De las caracolas marinas / /.../****.
...
* Coordinador Bienestar estudiantil, Comfama.
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Complementaciones en esta publicación digital. Algo más sobre la poeta:

** Web de Alfonsina Storni en la Biblioteca Virtual Cervantes :
http://www.cervantesvirtual.com/bib_autor/Alfonsina/index.shtml
*** http://es.wikipedia.org/wiki/Alfonsina_Storni (De aquí se tomó la segunda imagen: Monumento a Alfonsina Storni frente a la playa La Perla en Mar del Plata )
**** http://www.youtube.com/watch?v=LKp4zCZ5h_c Video : Alfonsina y el mar. Interpreta: Mercedes Sosa. Compuesta por los argentinos Ariel Ramírez y Félix Luna ( http://es.wikipedia.org/wiki/Alfonsina_y_el_mar )
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AL SOL
Tomás Carrasquilla, a 150 años de su natalicio
IVÁN DE J. GUZMÁN LÓPEZ*
EL MUNDO, Medellín, La Metro / La Movida. Sábado , 19 de Enero de 2008 (1)
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El pasado jueves 17 de enero, del año en curso, se celebró el cumpleaños número 150 de don Tomás Carrasquilla Naranjo, en su natal Santo Domingo (Antioquia). Así, las actividades literarias y culturales para hacer del sesquicentenario del Maestro una fiesta de la palabra y de las letras, se extenderán a todo el país y a lo largo del año.

Por 1858, año en que nació el ilustre autor de Frutos de mi tierra, Santo Domingo era, según lo expresó él mismo alguna vez, un pueblo donde “no se conocían otras máquinas que las de coser, los relojes y los molinos”; sus padres “eran entre pobres y acaudalados, entre labriegos y señorones y más blancos que el rey de las españas, al decir de mis cuatro abuelos. Todos ellos eran gentes patriarcales, muy temerosas de Dios y muy buenos vecinos”. Hijo de Raúl Carrasquilla Isaza, quien trabajaba en ingeniería de puentes y minas, y de Ecilda Naranjo Moreno, dedicada al hogar, don Tomás habitó hasta los quince años en Santo Domingo, y durante un tiempo vivió con su familia en la población minera de Concepción. Allí asistió a la escuela y comenzó a conocer el ambiente de las minas y la vida y costumbres de los mineros.

Aunque poco está documentada su niñez, es fácil barruntar que desde entonces tuvo la pasión por la lectura; ello se advierte en sus relatos cuyos protagonistas son niños llenos de viveza y frescura, o en los que se encuentran personajes y situaciones de su niñez, como en Simón el mago, Hace tiempos, Dimitas Arias, Entrañas de niño, El zarco o Salve Regina. En sus relatos y novelas, vida y ficción se entrecruzan y los personajes reales son el punto de partida para la creación de caracteres humanos como la madre, la abuela y otros parientes a quienes no conoció, salvo por lo que de ellos oyó hablar, como en el caso de La Marquesa de Yolombó. En estas obras es indudable la maestría para captar situaciones, comportamientos, visiones del mundo y el evidente trabajo de transustanciación de la realidad.

Hacia 1873 Carrasquilla viajó a Medellín. En 1876 se matriculó en la carrera de Derecho en la Universidad de Antioquia, estudios que interrumpió a causa de las guerras civiles de la época, regresando así a Santo Domingo para desempeñarse como sastre, secretario del juzgado y juez municipal, y hacer parte activa de la Sociedad del Tercer Piso, un grupo de amigos lectores, fundadores de la biblioteca “del tercer piso”, en 1893.

Su primer cuento fue Simón el Mago, escrito en 1890, como requisito para hacer parte de El Casino Literario, uno de los círculos culturales de Medellín de finales de siglo XVll. Supo encontrar “material novelable”, donde otros no veían más que lo anecdótico y circunstancial. En efecto: en su breve, llena de guasa y ya famosa autobiografía, Carrasquilla cuenta cómo su primera novela, Frutos de mi tierra, surge del reto planteado en el círculo de El Casino Literario, en especial por su contertulio Carlos E. Restrepo.

Con Carrasquilla aparece en Colombia el escritor profesional que dedica su vida íntegramente a la literatura: con no poca modestia opinó: “Nada de lo que he publicado, fuera de Salve Regina, me parece bueno. Mal podría parecerme: tengo idea altísima del arte, muy baja de mis facultades, y conozco los grandes autores. Si he publicado y publico, es porque me pagan, y no muy mal, relativamente. Soy, pues, una pluma alquilada y como a tal se me debe apreciar”.

Su dedicación profesional se demuestra fácilmente si revisamos la cronología de trabajos como: Frutos de mi tierra, 1896; Simón el Mago, enero, 1986; En la diestra de Dios Padre, septiembre, 1897; Herejías, septiembre, 1897; Blanca, noviembre,1897; Dimitas Arias, diciembre,1897; El ánima sola, agosto, 1897; San Antoñito, enero, 1899; El baile blanco, abril, 1899; Luterito, abril,1899.

Con él surgen, como elementos fundamentales de la narrativa colombiana, la crítica social y lo esencial humano visto a través de personajes que, además de poseer sus propias características individuales, pertenecer a una época específica, a una clase social determinada y a un momento histórico preciso, traducen la universalidad de los seres humanos en la esencia de sus tristezas, sus privaciones, anhelos, luchas, logros, vicios y virtudes.

Contrario a buena parte de los “malos críticos” colombianos, que por décadas han catalogado a Carrasquilla como escritor de parroquia, merienda y costureros, y le han puesto el rótulo fofo de costumbrista, tenemos que decir con Rafael Gutiérrez Girardot: “El gozo y la fluidez de la prosa de Carrasquilla deben mucho de estas virtudes al uso de sus regionalismos. La prosa castellana gana en ritmo, esto es, en vida, en fuerza expresiva, sin dejar de ser castiza y castellana”. Y agregamos que en Carrasquilla tenemos los colombianos a un escritor universal, si nos atenemos a que los personajes que dan vida a sus novelas, cuentos y relatos son personajes de una cuidadosa elaboración literaria y una construcción sicológica digna de Chejov, Rulfo, Dostoiesvki o Víctor Hugo, el maestro de la novela histórica.

Entre 1914 y 1919 vivió en Bogotá, donde trabajó como funcionario del Ministerio de Obras Públicas, durante la presidencia de su amigo Carlos E. Restrepo, regresando luego a Medellín, donde escribió sus dos obras cumbres: La marquesa de Yolombó, y la trilogía Hace tiempos. En esta ciudad murió el 9 de diciembre de 1940, a sus 82 años. Nada tan justo, necesario y edificante como airear su obra a los ojos de los niños y jóvenes de Colombia (en Estados Unidos, Canadá y España, por ejemplo, gracias a la labor invaluable del profesor Kurt Levy, es muy conocida), para bien de la inteligencia y el alma de la patria que, sea dicho de paso, bastante lo necesita.

*Coordinador Fomento de la Lectura Comfama http://www.comfama.com/webinicio/default.asp
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(1) Fuente en El Mundo : Ver detalle o
http://www.elmundo.com/sitioweb/noticia_detalle.php?idcuerpo=2&dscuerpo=La%20Metro&idseccion=18&dsseccion=La%20Movida&idnoticia=74357&dsnoticia=Tomás%20Carrasquilla,%20a%20150%20años%20de%20su%20natalicio&imagen=&vl=1&r=buscador.php
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“Letras al sol”
Héctor Abad Gómez, Emblema de la raza


Conozco unas palabras hermosas, que están en el aire y fueron escritas por Ernest Hemingway ?ya no recuerdo dónde?, pero creo que rondaban a Héctor Abad Gómez: “Ahora por las noches, cuando ella lo tocaba, él se apartaba un poco.

Iván de J. Guzmán López* - idejeguz@gmail.com
EL MUNDO, La Metro / La Movida , Sábado , 12 de Enero de 2008 (1)

Era una señal muy pequeña, pero toda la vida está hecha de pequeñas señales. Ella se daba cuenta de que ya no lo podría retener”.

El médico salubrista, político, periodista, escritor y profesor universitario Héctor Abad Gómez, había nacido en Jericó (la misma cuna de su gran amigo Manuel Mejía Vallejo), en 1921.

Hijo del notario liberal Antonio Abad Mesa y de Eva Gómez, se desempeñó en espacios como la Salud Pública, la Ética Civil y los derechos humanos, siempre con la bandera desplegada del bienestar de la comunidad y la defensa de la universidad pública.

Adelantó estudios secundarios en Sevilla (Valle) y en la Universidad de Antioquia; en 1946 recibió el grado de Médico en el Alma Mater y el de Máster en Salud Pública en la Universidad de Minessota, en 1948. Desde entonces trabajó incansablemente por mejorar las condiciones de salud de los colombianos, fundando la Facultad Nacional de Salud Pública. En las décadas de 1960, 1970 y parte de 1980, fue profesor de la Universidad de Antioquia. Sus ideas por mejorar la salud pública, su trabajo incansable por la defensa de los derechos humanos, así como los fuertes pronunciamientos sobre las paupérrimas condiciones de vida de los grupos marginados en Antioquia y Colombia lo llevó rápidamente a granjearse fuertes enemistades en los medios sociales, políticos, económicos y hasta universitarios -¡Qué tristeza decirlo!-, a tal punto que en varias oportunidades tuvo que asilarse en países asiáticos, donde continuó sin tregua su trabajo por los marginados.

El “apóstol de los derechos humanos”, como se le llama en Antioquia, cayó finalmente asesinado el 25 de agosto de 1987, víctima de una sociedad que todavía parece solazarse con la atrocidad.

Con una brillante carrera como funcionario público, como médico y como escritor (trece títulos publicados), parece que en él cobran vigencia las terribles palabras de Millán Astray, cuando dijo en Granada, la patria chica de García Lorca, en los tiempos aciagos de la guerra civil española: “¡Viva la muerte, abajo la inteligencia!”.

Por esos tiempos escabrosos de 1987, con la sombra de la muerte a sus espaldas, acechándole día y noche, había dicho Héctor Abad Gómez:
“Yo no quiero que me maten, ni de riesgos, pero tal vez esa no sea la peor de las muertes; e incluso, si me matan, puede que sirva para algo”.

Fruto de su trabajo, inteligencia y amor por sus conciudadanos, son las siguientes obras:

Algunas consideraciones sobre salud pública en el departamento de Antioquia (1947), Nociones de salud pública (1969), Pasado, presente y futuro de la salud pública (1969), Visión del mundo (1970), Manual de poliatría: El proceso de los problemas colombianos (1971), Cartas desde Asia (1973), Caracterización del desarrollo científico en Colombia y su relación con la Salud Pública (1986), Relaciones profesores-estudiantes en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia (1986), Un programa de salud para Colombia (1986), Teoría y práctica de la salud pública (1987), Manual de tolerancia (1988), El subdesarrollo mental, y Hace quince años estoy tratando de enseñar.

A poco más de veinte años de su muerte, las palabras del Maestro Manuel Mejía Vallejo, pronunciadas el día del funeral, siguen siendo más dolorosas y premonitorias que nunca:

“Vivimos en un país que olvida sus mejores rostros, sus mejores impulsos, y la vida seguirá en su monotonía irremediable, de espaldas a los que nos dan la razón de ser y de seguir viviendo. Yo sé que lamentarán la ausencia tuya y un llanto de verdad humedecerá los ojos que te vieron y te conocieron. Después llegará ese tremendo borrón, porque somos tierra fácil para el olvido de lo que más queremos. La vida, aquí, están convirtiéndola en el peor espanto. Y llegará ese olvido y será como un monstruo que todo lo arrasa, y tampoco de tu nombre tendrán memoria. Yo sé que tu muerte será inútil, y que tu heroísmo se agregará a todas las ausencias”.

Hoy las palabras del Maestro suenan más proféticas que cuando fueron pronunciadas con dolor y rabia: “Yo sé que tu muerte será inútil, y que tu heroísmo se agregará a todas las ausencias”.

No hay peor muerte que la del olvido. Así, recordar a Héctor Abad Gómez es darle vida, más si se hace desde el periódico El Mundo, donde semanalmente aparecía y brillaba su columna.

*Coordinador Fomento de la Lectura Comfama
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Fuente: Ver detalle o
http://www.elmundo.com/sitioweb/noticia_detalle.php?idcuerpo=2&dscuerpo=La%20Metro&idseccion=18&dsseccion=La%20Movida&idnoticia=73847&dsnoticia=Héctor%20Abad%20Gómez,%20Emblema%20de%20la%20raza&imagen=&vl=1&r=buscador.php
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LETRAS AL SOL
Cavafis, Poeta Alejandrino

Algo desconocido en nuestro medio, Constantino Petros Fotiadis Cavafis es un poeta de una fuerza extraordinaria, que habla de dramas interiores y motivaciones trágicas a partir de su sempiterno aire señero y su búsqueda incansable de belleza.

Iván de J. Guzmán López , idejeguz@gmail.com
EL MUNDO, La Metro / La Movida , Sábado , 5 de Enero de 2008 (1)

El poeta mismo devela sus orígenes cuando, en 1924, dice:

“Soy de origen constantinopolitano, pero nací en Alejandría, en una casa de la calle Cherif. Muy pequeño aún, marché a Inglaterra, donde pasé bastante tiempo de mi infancia. Después visité otra vez este país de mayor, pero por un corto espacio de tiempo. También he vivido en Francia. En mi juventud viví dos años en Constantinopla. Hace muchos años que no he ido a Grecia. Mi último trabajo fue de funcionario, en una oficina gubernamental dependiente del Ministerio de Obras Públicas de Egipto. Sé inglés, francés y un poco de italiano”.

El poeta alejandrino nació el 29 de abril de 1863, y murió en la misma ciudad de Alejandría y el mismo día 29 de abril, del año 1933, es decir, contando 70 años de edad. Hijo de Petros Yannis Cavafis (acaudalado comerciante, propietario de la firma Cavafis & Bros., establecida en Liverpool y Londres), y Jarciclía Fotiadis (que pertenecía una aristocrática familia de la isla de Quíos), fue el menor de una familia numerosa, de nueve hermanos.

Tras la muerte de su padre, en 1870, La familia se traslada a Inglaterra, donde permanece hasta 1878, época en la cual el poeta recibe educación enteramente inglesa. De regreso a Alejandría, Cavafis aprende a fondo el griego y termina su educación escolar. En 1882, luego del bombardeo de Alejandría por parte de los ingleses y la ocupación británica de Egipto, los Cavafis marchan de nuevo, esta vez a Constantinopla, donde vivieron hasta 1885.

Cuando la familia regresa a Alejandría, el ambiente es muy distinto al de los años de su infancia: las dificultades económicas apremian sin cesar y cada miembro de la familia trata de sobrevivir de la mejor forma posible. En 1892, el poeta consigue un puesto burocrático fijo en la Oficina de Riegos, donde permanecerá como un oscuro funcionario por espacio de treinta años.

A partir de esta fecha, su vida transcurre tranquila, con tan sólo viajes a París y Londres en 1897, y a Atenas, en 1901 y 1903. Poco a poco, Cavafis se fue quedando solo, tras la muerte sucesiva de su familia, y con la única compañía de un estrecho círculo de amigos, hasta su muerte acaecida, como ya se dijo, en 1933.

La poesía de Cavafis es ajena a las tendencias de la poesía griega contemporánea, una poesía resultante del contacto vivo con las tradiciones y aspiraciones del pueblo. La obra de Cavafis, desde unos inicios alimentados por la lectura de parnasianos y simbolistas franceses, es madura, exigente, habitada por una refinada cultura grecolatina y una subyacente ironía. Obra corregida sin cesar hasta la perfección (algunos poemas fueron elaborados por espacio de diez años), consta de más de 300 poemas. Interesado por la historia, Cavafis compuso con frecuencia poemas no sobre grandes momentos históricos, sino sobre la decadencia después de los mismos, como el famoso Esperando a los bárbaros, El dios abandona a Antonio o Ítaca, algunas de cuyas frases han pasado a ser proverbiales.

Para mi gusto personal, transcribo apartes de Cuanto puedas (1913):

Y si no puedes hacer tu vida como la quieres,
en esto esfuérzate al menos
cuanto puedas: no la envilezcas
en el contacto excesivo con la gente,
en demasiados trajines y conversaciones.

No la envilezcas llevándola,
trayéndola a menudo y exponiéndola
a la torpeza cotidiana
de las compañías y las relaciones,
hasta que llegue a ser pesada como una extraña.
Y el bello poema La Ciudad (1910), donde el poeta advierte sobre el destino de l hombre:
Dijiste: «Iré a otra ciudad, iré a otro mar.

Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta.
Todo esfuerzo mío es una condena escrita;
y está mi corazón - como un cadáver - sepultado.
Mi espíritu hasta cuándo permanecerá en este marasmo.

Donde mis ojos vuelva, donde quiera que mire
oscuras ruinas de mi vida veo aquí,
donde tantos años pasé y destruí y perdí».
Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares.

La ciudad te seguirá. Vagarás
por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo
y en estas mismas casas encanecerás.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar -no esperes-
no hay barco para ti, no hay camino.
Así como tu vida la arruinaste aquí
en este rincón pequeño, en toda tierra la destruiste.

*Coordinador Fomento de la Lectura Comfama
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Fuente: Ver detalle o
http://www.elmundo.com/sitioweb/noticia_detalle.php?idcuerpo=2&dscuerpo=La%20Metro&idseccion=18&dsseccion=La%20Movida&idnoticia=73291&dsnoticia=Cavafis,Poeta%20Alejandrino&imagen=&vl=1&r=buscador.php

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